martes, 24 de abril de 2007

ss

2 comentarios:

hugo pereira - ximena san cristobal dijo...

1-¿En qué estás trabajando en este momento?
Soy director del Master en Restauración Arquitectónica que imparte la Universidad SEK, académico de la Universidad Arturo Prat y de la Universidad de Chile, de la cual soy coordinador del equipo consultor que realizó el proyecto de reconstrucción para la iglesia de San Lorenzo de Tarapacá, destruida por el terremoto de junio del 2005, actualmente en ejecución.

2-¿Se debe reconstruir el adobe? ¿Por qué sí o no?
En general, me parece que no, con la única excepción de viviendas en zonas rurales de difícil accesibilidad, con algunas condiciones. Los edificios de adobe, especialmente aquellos de valor patrimonial, se pueden restaurar y mantener en la medida que los daños que presenten se deban a la falta de mantención. Cuando uno de estos edificios colapsa por efectos de un sismo, la reconstrucción de este en el mismo material, utilizado en la misma conformación que falló, constituye por una parte una insistencia poco razonable y por otra una suerte de falsificación ya que induce a creer que se trata del mismo edificio y no de una reconstrucción.

3-¿Cuáles son las falencias que ves en el tema del adobe en nuestro país?
En primer lugar, la falta de una norma de material. Bajo el nombre de “adobe” se describe en forma única una multiplicidad de mezclas de tierras de distinta calidad, con distinta dosificación de fibras vegetales y distintos procesos de fabricación y curado. Por ejemplo, no es el mismo material el que conforma el adobe de San Lorenzo de Tarapacá que el de la hacienda de Quilapilún en la zona central y su comportamiento, es muy distinto.
En segundo lugar, es preciso normar el comportamiento estático y sísmico de las estructuras en base a muros de adobe, para lo cual es preciso destinar fondos a su investigación. Este país, que se precia merecidamente de una ingeniería sísmica de reconocimiento mundial, me parece que podría hacer algo más en relación con las arquitecturas de tierra y piedra, que conforman una parte importante de la realidad actual, no solo de Chile sino del Tercer Mundo.
Sin duda, el adobe ha sido implícitamente descartado como material de construcción en la norma sísmica vigente y se entiende que, dado el desarrollo económico del país, no se desee estimular la construcción en un material probadamente deficiente ante solicitaciones sísmicas. Pero no hay que olvidar la diversidad de realidades y construcciones que presenta el país, especialmente en zonas extensas del mundo rural, con pobreza y déficit de caminos, que hacen prácticamente imposible llegar con materiales normados y sistemas contemporáneos de construcción. En muchos de estos casos, la necesidad de reconstruir es imperiosa y los recursos (tanto públicos como privados) escasos. Para esta realidad, no hay actualmente una solución satisfactoria.

4-¿Qué hacer cuando se trata de un monumento nacional?
La conservación del patrimonio es una obligación ineludible que el estado atiende a través del Consejo de Monumentos Nacionales. Tal como en el caso de la vivienda rural ya mencionado, gran parte de nuestro patrimonio (monumentos históricos y zonas típicas) está conformado por edificaciones de adobe y de mamposterías de piedra, materiales para los cuales, como ya se indicó, no existe norma. A falta de esta, se han desarrollado un sinnúmero de intervenciones, que obedecen a distintos criterios de restauración, constructivos y estructurales, como la reconstrucción textual de los elementos dañados, los refuerzos en distintos materiales e incluso la sustitución del sistema estructural dejando el adobe original como relleno.

Sobre el real comportamiento estructural de estas intervenciones existe un natural grado de incertidumbre que solo se dilucidará con un futuro evento sísmico de importancia.

En mi opinión, no se puede generalizar sobre el tratamiento de edificaciones de valor patrimonial. En primer lugar, hay que distinguir entre aquellas que son consideradas edificios públicos con normal afluencia de personas y las que no. No puede tratarse de la misma manera a la iglesia de San Francisco en Santiago que a la iglesia de Sipisa en la Quebrada de Aroma, que recibe fieles solo una vez al año, dado que la probabilidad estadística de que ocurra un fenómeno sísmico de importancia durante la fiesta anual es ciertamente menor en este último caso y las consecuencias de dotarla de refuerzos estructurales de acuerdo a norma podrían desnaturalizarla en su originalidad material, que también constituye un valor a ser preservado.

En segundo lugar, me parece que es preciso distinguir entre aquellas edificaciones que al día de hoy mantienen su integridad constructivo estructural original - cosa que habría que investigar y documentar adecuadamente - y aquellas que han colapsado. En el primer caso me parece prudente aceptar esa realidad, documentarla, vigilarla, estudiar su comportamiento y realizar las intervenciones mínimas de reparación y mantención aconsejables por especialistas. En el segundo caso, en que las estructuras han perdido su integridad, me parece que el camino correcto es la reconstrucción crítica (no cabe aquí la restauración), en que me parece válido respetar la forma, que en muchos casos es el referente de identidad para la comunidad, y proponer una nueva arquitectura que resuelva – con estándares actuales – los requerimientos de resistencia y seguridad. Esta nueva arquitectura recordará la destruida, pero indicará con claridad al ojo interesado su condición de contemporánea.

Evidentemente existe una gama importante de intervenciones - entre aquellos edificios con leves daños y aquellos colapsados - que combinarán reconstrucción con restauración, que deberán tratarse caso a caso por especialistas en la materia.

Finalmente, ¿debe exigirse los mismos estándares de seguridad estructural a una edificación patrimonial que a una construcción nueva?. Me parece que si el cumplimiento de estas exigencias elimina o desnaturaliza la materialidad original, la disyuntiva hará desaparecer –de una u otra manera – el edificio patrimonial que se quiere proteger, del cual su materialidad forma parte fundamental.

Podría estudiarse una regulación de su uso, que permitiera minimizar el riesgo estadístico de una combinación de sísmo de gran magnitud y concentración de personas, trato que por lo demás la norma aplica a la combinación de las cargas permanentes y las sobrecargas de uso en el cálculo sísmico de edificios.

5-¿Se debe seguir edificando en adobe?, me refiero a construcciones nuevas.
Me parece que – en el escenario actual – no debe edificarse en adobe, al menos mientras no se haga un esfuerzo serio y sistemático para normar materiales y sistemas constructivos. Mientras esto se consigue, una solución de transición podría ser una norma de construcción que facilitara la reconstrucción de vivienda en zonas rurales extremas en que estos son los materiales disponibles y existe urgencia por reconstruir y escasos recursos, para lo cual cabría aprovechar la experiencia de países con similares problemas y con actividad sísmica equivalente a la de Chile.

En relación a normar materiales y sistemas constructivos es justo señalar que existe una serie de iniciativas – a nivel nacional e internacional - que utilizan la tierra aprovechando su buen comportamiento térmico, pero que la liberan del comportamiento estructural sismo resistente. Otro número de experiencias prueban los refuerzos de arquitecturas de tierra y piedra con distintos materiales.

En ambos casos la intención parece razonable con miras a conseguir mejorar el comportamiento de este tipo de construcciones, pero no existe una experimentación sistemática, realizada por institutos o centros calificados de prestigio, que de cuenta de los índices de mejoramiento reales que se consiguen.

6-¿Cuáles son las alternativas al adobe?
En este escenario, cualquier material con norma constituye una alternativa. Sin embargo no hay que olvidar que es preciso conciliar la seguridad estructural con las condiciones ambientales en que se construye. No es lo mismo la zona central que el norte, ni es lo mismo la costa que el altiplano. No basta por lo tanto trabajar solo con sistemas estructurales normados sino también dar respuesta a las necesidades de confort que la vida humana merece y requiere.

En mi opinión la alternativa más eficiente hasta ahora ha sido las estructuras en base a tabiquerías de madera con listoneado del mismo material sobre el que se dispone un revoque de barro. Estos sistemas, ingeniosas reinterpretaciones de la quincha tradicional que revoca con barro un entramado de ramas, han presentado un buen comportamiento sísmico y un aceptable confort térmico. Sin embargo existe un tema pendiente con las cubiertas de techumbre, las que por economía y estanqueidad se suelen construir en planchas de acero zincado, sin un aislamiento suficiente.

Una segunda alternativa la constituyen las construcciones en base de albañilerías de ladrillo y de bloque, para las cuales también existen normas. En estos casos, la falta de calificación de la mano de obra y control han provocado – en algunos casos – comportamientos sísmicos deficientes.

En esa misma línea de considerar el adobe como no estructural, cabe experimentar con el diseño de una especie de jaula sismo resistente en torno a la cual se construya con materiales como la tierra y la piedra, a los cuales no cabría exigirle más que un comportamiento térmico. La condición de la jaula sería que en la eventualidad de un sismo severo – aunque sufriera daños – no colapsara, salvaguardando la vida de las personas (objetivo último de la norma sísmica) aunque luego fuera preciso reconstruir el recubrimiento de la misma manera. El costo de esa reconstrucción es sensiblemente más barato en esas condiciones.


    Por favor, añade cualquier aspecto que consideres que sea pertinente mencionar.
Las intervenciones realizadas en Chile en edificios de adobe y mampostería de piedra constituyen un capital valioso que conforma una suerte de laboratorio a escala natural, que nos proporciona una oportunidad excelente para aprender de la experiencia.

Me parece que sería de gran utilidad realizar un catastro de estas experiencias, clasificándolas según una tipología a diseñar, recopilando el máximo de material en términos de planos y fotografías del proceso constructivo, para proceder a su clasificación y estudio luego de un evento sísmico severo. De igual forma, convendría estudiar y caracterizar edificios de valor patrimonial “fuera de norma” de buen comportamiento, con el mismo propósito.
Para estos casos se podría diseñar e instrumentar una red de monitoreo que permitiera establecer con mayor precisión las variables que determinan su comportamiento sísmico.
Para todo esto se precisa de recursos y voluntad.

Pablo González Antezana

Unknown dijo...

Hugo y Ximena: publicarfon enel blog quelos créditos de la asignatura son 4, y lo que nosotros registrabamoscomo información de la universidad es que los créditos dela asignatura son ocho, esperoque mañana aclaremos éste asunto, ya que, elperiodo de toma de ramos finalizó, y no podemos perder cuatro créditos. atentamente.